"[...] Ya nos avisa
José Ángel Barrueco en su estupendo (cuando abandona el resumen a favor de la opinión) prólogo que
Spinoglio no oculta sus influencias, es más, las explicita en el libro. Tampoco oculta sus intenciones: dejar claro su deseo de perdurar, de no llevar una vida normal, ordinaria, racional. 'El objetivo de esta novela es, entre otros, fomentar la reflexión y despertar emociones fuertes en el lector'. Un deseo compartido con cualquier escritor que
Francesco muestra descaradamente. Porque otra de las facetas del protagonista, y casi diría que del propio autor, por lo poco que le conozco, es su arrojo, su valentía. Una sinceridad que encaja a la perfección con el niño
Tommaso, que tilda de fea a su profesora, que se enfrenta al mundo con mentiras, con puñetazos y tacos, con un desparpajo infantil que te adentra en la historia con facilidad, que hace fluir la empatía. [...]"
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