[...] Mario Crespo tiene las manos grandes y los dedos largos y se parece a Guardiola, explica con las manos todo lo que puede decir con esa voz que también es tersa y también acostumbrada a hablar y a agradecer y contó todos los detalles del momento literario y las circunstancias que le movieron a escribir, las laborales en la Biblioteca Nacional donde trabajó, ese almacén subterráneo de dieciocho plantas con una atmósfera y un microclima por el que también hay becarios y funcionarios, bedeles, lectores, y amigos como Barrueco. Mario nos lleva y nos trae de esos sitios, algo que siempre ayuda a situarte en lo que después vas a leer, tiene esa facultad de regalarte todo eso hasta que te ves dentro del álbum de fotos y dentro de sus conflictos y los personajes que salen de esos conflictos, que son los que aparecen en las páginas y según parece fuera de ellas. [...]
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